martes, 17 de marzo de 2009

Plenitud del amor

La plenitud del amor no se alcanza
cuando se dice suavemente: te amo
se alcanza en ese silencio cercano,
roto en la penumbra de la mañana.

Hora única en la que la pasión calla,
el corazón se abre muy lentamente,
y poco a poco, sin querer, florece
en el pétalo de la rosa amada.

En la brisa de la tarde te envuelvo,
al tiempo que el sol cae entre tus brazos,
tus ojos llenan de luz mi recuerdo.

El rocío de mi nostalgia es llanto,
que el dolor de tu ausencia me ha causado.
Sólo me queda mi pipa y tu verso.

Plenitud del dolor

La plenitud del amor no se alcanza
cuando se dice suavemente: te amo
se alcanza en ese silencio cercano,
roto en la penumbra de la mañana.

Hora única en la que la pasión calla,
el corazón se abre muy lentamente,
y poco a poco, sin querer, florece
en el pétalo de la rosa amada.

En la brisa de la tarde te envuelvo,
al tiempo que el sol cae entre tus brazos,
tus ojos llenan de luz mi recuerdo.

El rocío de mi nostalgia es llanto,
que el dolor de tu ausencia me ha causado.
Sólo me queda mi pipa y tu verso.

jueves, 12 de marzo de 2009

Una carta en forma de sueño (o un sueño en forma de carta)

Me encuentro soñándote en esa suerte,
en que a tu fuerte lo sitia la umbría
figura que, supongamos, sería
el grisáseo fantasma de la muerte.

Ya no puedo intentar sino quererte
al reconocerte en lo transcurrido
no puedo menos que intentar soñarte
en el camino de lo que se ha ido.

La vida quizás consista en soñarnos,
con la mirada fija en lo importante,
pese al instante que insiste en rodearnos.

La sombra de un eucalipto gigante,
nos cobijará para confirmarnos,
un día alegre, lo único importante.

lunes, 9 de marzo de 2009

El viejo profesor

En la sombría quietud de la tarde
un viejo profesor habla del fuego,
su mirada parece la de un ciego,
que busca un fuego que ardiendo lo abrace.

La palabra vuela, gira y retumba,
como un trueno resuena en el vacío,
golpea en vano el auditorio frío,
y el silencio resuena en esa tumba.

Pero nada importa al druida escondido,
que en cada conquista angosta su vida,
y en cada recuerdo agranda su herida.

Como la lluvia baja de la nube,
su idea nace y poco a poco sube,
al morir en el prado florecido.